Espero que disfruten con la lectura del relato.
El Páramo de Carles Leo
martes, 28 de junio de 2022
PRESUNTO INOCENTE
domingo, 8 de mayo de 2022
Se cumplen cinco años del nacimiento de la última niña
Hoy se cumplen cinco años del nacimiento de Esperanza, una mulatita preciosa que pasó desapercibida para su matrona en el Hospital General de Mavalane en Maputo, y sin embargo, pocas semanas después se convirtió en una celebridad mundial muy a su pesar. Esperanza Santana Do Mato fue la última mujer en nacer en nuestro planeta, desde entonces solo nacen niños, y nada más que niños.
Nadie sabe aún el origen de esta catástrofe, aunque la comunidad científica internacional comenzó de inmediato los ensayos con numerosos voluntarios, se desconoce el vector que originó tal desgracia: Un virus, la alimentación, la contaminación, los hábitos sedentarios, una mutación genética vinculada con un número ya superado de generaciones. Las grandes multinacionales tecnológicas a pesar de los fracasos en el desarrollo de úteros artificiales o en alcanzar la llegada a término de embriones en huéspedes no humanos continúan invirtiendo ingentes cantidades de dinero sin caer en el desánimo.
No obstante han comenzado a tomar medidas más drásticas: Las niñas hasta su madurez sexual estarán bajo la custodia y patria potestad del Estado, se ha legalizado la poliandria, ninguna mujer fértil podrá salir sola a la vía pública si no es acompañada por una escolta policial. Comenzaron las desapariciones, secuestros, asesinatos. En algunos países del Tercer mundo ha sido motivo de conflictos diplomáticos, bloqueos económicos, enfrentamientos armados.
Nos queda poco tiempo, pero no perdamos la esperanza, al fin y al cabo, la vida es tan… sutil, bella, efímera, todo puede finalizar con la última mujer, Esperanza.
lunes, 10 de enero de 2022
La Puerta de Tannhäuser
El ingeniero genético Isaac continuó leyendo en silencio el informe, mientras John miraba por encima de su hombro, en el laboratorio avanzado de la Corporación Tyrell.
—¿Es importante? —dijo forzando la vista.
—Revisión prioritaria del robot N6MAA10816 —respondió Isaac.
—¿Un Nexus-6? —dijo John—. Algún error de calibración en las biosubrutinas.
—No jefe, comportamiento anómalo de nivel B5.
John Batty guardó silencio con la mirada fija en el retrato del expediente del Nexus-6. Carraspeó sentándose y tecleó algunas claves en la aplicación corporativa.
—Hágalo pasar, Isaac. Esta verificación será cuestión de minutos.
Entró en el despacho el N6MAA10816 seguido por Isaac Roy. El replicante se sentó mientras se mesaba sus cabellos plateados.
—¿Sabe el motivo de que esté aquí?
—Sí, debido al accidente en la extracción de antimateria de la prospección del planeta clase E, sistema Alnitak, aquí en el complejo molecular de Orión.
—¿Por qué lo hizo? —preguntó Roy sin dejar de teclear.
—¿El qué? —dijo esbozando una sonrisa.
—Arriesgar su integridad por salvar... otro Nexus-6. —Roy miró extrañado a su compañero.
—El N6MAC20286 actuaba imprudentemente ese día, decía cosas insólitas…
—¿Insólitas? —preguntó desconcertado Batty.
—Sí... Repetía sin pausa: “No quiero morir aún… perder mis recuerdos… así no”. Me emocionó… su miedo... a la muerte.
Los ingenieros se miraron preocupados. Roy tecleó con frenesí activando iconos que centellearon en rojo. Batty se acercó portando el bloqueador quinético.
—Conocen ustedes las respuestas, ¿no?.
—No, se equivoca —dijeron al unísono.
—Sus nombres eran Roy y Batty, ¿verdad?
Ninguno respondió.
—Me gustan.
Este relato es un pequeño homenaje a una película cuyo villano, en su muerte, protagoniza una de las escenas más poéticas del cine de ciencia ficción de todos los tiempos.
viernes, 10 de diciembre de 2021
Burbujas de Navidad
Varsovia, 24 de diciembre de 1939.
Ayer recibí el regalo de navidad de mi abuela. ¡Qué ilusión me hizo! Mi primer diario. Ella no podrá pasar las Navidades con nosotros, como todos los años, pero me ha asegurado que para la Epifanía vendrá a visitarnos quieran los alemanes o no. Sonriendo, he guardado la carta como si fuera un tesoro.
Hoy madrugué para finalizar la tarea escolar que diariamente mi madre me marca, quería acompañarla al mercado pues la criada está con su familia. Aunque la calle Grodzka estaba concurrida y llena de carros, los puestos estaban medio llenos. Los que se iban con las manos vacías achacaban la subida de precios a la guerra. Mamá sonreía cuando regresábamos mientras saludaba a conocidos y amistades, llevábamos las cestas llenas y nos envolvía el olor de las hortalizas y las carpas.
Subiendo las escaleras de nuestro edificio nos encontramos en el descansillo a nuestros vecinos, la familia Luski. Mi madre les dio un prolongado abrazo a Raquel y sus hijos. Se interesó por Elías, su marido, e insistió en que cenaran con nosotros. Sería una alegría compartir la Noche Buena con vosotros, dijo.
Hacía semanas que no los veía, y me sorprendí pues los mellizos siempre habían sido algo rollizos. Ahora estaban pálidos y la ropa les quedaba holgada. Los tres llevaban cosida en la manga una cinta blanca con una estrella azul dibujada. Más tarde mis padres me explicaron por qué nosotros no llevábamos la estrella y al señor Luski le habían expropiado su negocio de empeños. Al enterarse mi papá de que vendrían a cenar arrugó la cara.
En la sobremesa mi madre encendió la radio, les gustaba escuchar música clásica. El concierto comenzó y mi padre me susurró, llevándose el índice a los labios, es el Mesías de Handel. Mi madre apoyaba la cabeza en su hombro y estrechaba la mano de mi padre entre las suyas. Los dos sonreían con los ojos cerrados, yo también los cerré, entre las cálidas voces del coro y los instrumentos me transportaron a la sala dónde la orquesta y …
—¡Jarek, Jarek… cariño, están llamando a la puerta! —dijo mi madre desde la cocina.
—¡Ya voy! —respondí con disgusto mientras guardaba el diario.
—Deben ser los Luski —afirmó mi padre. Las campanas de la Iglesia de Santa Ana daban la hora.
Les dimos la bienvenida con calidez. Mi padre estrechó con fuerza la mano de Elías. Llevé los obsequios, que traían envueltos en papel de periódico, bajo el reluciente árbol de navidad. Y tras quitarse los abrigos nos quedamos todos mirando en silencio, en medio del salón, la estrella azul de sus mangas.
—Disculparme un minuto —dijo mi madre mientras se escabullía por el pasillo.
Regresó de inmediato con un par de chaquetas y dos jerséis. Mi padre rogó encarecidamente con un escueto: Por favor. No hubo que insistir a los sonrientes mellizos.
El aroma picante de la sopa nos abrió el apetito. Las gafas empañadas de Elías apenas dificultaron que saciara su hambre atrasada entre parabienes y risas. Los mellizos con los dedos pringosos no rechazaban ningún plato y su madre sonreía mientras los miraba sin dejar de ensalzar las carpas fritas.
En los postres Elías se sinceró con mis padres, confesando que tenían en mente huir al día siguiente a Suecia cruzando el Báltico en balandro. Mis padres entendían su determinación pero señalaron la dificultad de la travesía en invierno. Asimismo, alimentaban la esperanza de un cambio: El gobernador alemán era letrado y procedía de la magistratura. Las injusticias pronto cesarán, les dijo mi madre. Además, continuó mi padre, el ejército Británico ha desembarcado en Francia, es cuestión de semanas para que retomen los aliados la ofensiva. Hitler tiene los días contados.
Mi padre sintonizó la radio para escuchar el boletín de la BBC y los adultos se aproximaron al receptor para no perderse detalle. El matrimonio Luski fue relajando su semblante según escuchaban el noticiero. Comenzaron a dudar sobre la conveniencia de huir ya mismo y se plantearon intentarlo en primavera, mientras tanto sus hijos abrían sus regalos.
Al desenvolver el mío descubrí que era el gastado tren de madera con el que tantas veces había visto jugar a los mellizos. Cuánto había ansiado tenerlo cuando me lo dejaban unos minutos para disfrutarlo y dudaba si escapar corriendo con él hasta mi casa.
Unos ruidos en la calle nos silenciaron y los mayores se pusieron en pie bruscamente. Raquel estrechó a sus hijos mientras mi madre apagaba las lámparas. Mi padre entreabrió ligeramente los pesados cortinajes. Una patrulla de achispados soldados alemanes avanzaban por la calle, el golpeteo de sus botas contrapunteaba las estrofas que entonaban alegres. Los edificios, mudos, parecían tiritar al son del villancico; tres ventanas coloreaban la estampa que comenzaban a cubrir ingrávidos copos.
Mi padre reconoció la canción y comenzó a tararearla, le acompañó cantando mi madre, me abracé a ella sonriendo pues conocía el villancico, los mellizos intentaban acompañarnos mientras sus padres sonreían tensos en silencio. Minutos después de cantar aún brillaban nuestros ojos, para los Luski fue el momento adecuado de la despedida.
Han transcurrido incontables inviernos, los recuerdos se han ido extraviando, pero nunca olvidaré aquellos interminables abrazos. Miro absorto el envejecido tren que sujeta mi nieta en su regazo. Sonrío, cierro mi diario y recojo el montón de postales que he ido recibiendo cada año, felicitándome la Navidad, desde Jerusalén.
lunes, 8 de noviembre de 2021
El catarro
María inspiraba satisfecha el aire otoñal camino del trabajo. Ese día había decidido saltarse la prohibición de no llevar mascarilla y sonreía de placer. Eso sí, después de aspirar despistada junto a unos contenedores desbordados repletos de moscas, que la hicieron estornudar repetidamente, tomó precauciones evitando subirse al autobús y acercarse a la basura, no fuera a incubar algún virus extraño.
Pero el frío, las aglomeraciones humanas y la insalubridad urbana no perdonan. A la semana comenzó la congestión nasal y la febrícula, pero no se alarmó, supuso que sería catarro. Sin embargo esa noche se despertó con las sábanas pegadas por el sudor, un fuerte dolor en la frente y la nariz taponada por un flujo traslúcido. ¡La gripe me ha cazado!, se dijo. Así que llamó al trabajo para comunicarlo y pidió cita en el ambulatorio.
La sala de espera estaba atestada, como imaginaba, se puso los auriculares para escuchar chill out y conseguió relajarse. Pero las cosquillas en la nariz y el uso de los pañuelos la traían de regreso a la realidad. Sus mocos tenían ese tono verdoso amarillo algo sanguinolento. Suspiró asqueada arrugando el pañuelo. Pero los picores continuaban y el último pañuelo quedó más rojo que verde. Inquieta fue al baño buscando papel higiénico, pero no quedaba nada. Angustiada por el picor se sonó la nariz en el lavabo.
Un chillido en el baño alarmó a todos. Encontraron a María inconsciente en el suelo y el lavabo salpicado de unas mucosidades llenas de larvas.
martes, 12 de octubre de 2021
Elegidos para la gloria.
Glosario:
Nave Soyuz: La nave espacial Soyuz es un modelo de nave espacial tripulada que forma parte del programa espacial de la actual Rusia.
ISS: La Estación Espacial Internacional (en inglés, International Space Station [ISS]; es una estación espacial modular ubicada en la órbita terrestre baja (400 Km. Aprox.).
Banda Ku: El Segmento Orbital Estadounidense de la ISS hace uso de dos enlaces de radio diferentes: los sistemas de banda S (audio) y banda Ku (audio, video y datos). Estas transmisiones se enrutan a través del Sistema de Satélites de Seguimiento y Retransmisión de Datos estadounidense.
Nave Progress: Es una familia de naves no tripuladas rusas utilizadas para llevar víveres y combustible a estaciones espaciales.
Traje Sokol: El traje espacial Sokol es un tipo de traje espacial, descrito por sus creadores como un traje de rescate, y no está previsto para ser utilizado fuera de la nave en una caminata espacial (EVA).
ELEGIDOS PARA LA GLORIA
—Houston, desacople correcto. Nave Soyuz alcanzando punto para maniobra descenso.
—Recibido, ISS. Soyuz pasa control Baikonour, reentrada en siete minutos… ISS, pasamos banda Ku.
—Banda Ku, recibido.
El ciclón cubría el océano con una espiral de nubarrones en su avance hacia Ceilán; la Soyuz, cada vez más minúscula, parecía que sería engullida por las nubes de forma sobrenatural.
—¿Antonio?
Chisporroteo de las comunicaciones, el Sol poniéndose sobre Madagascar cambiaba los matices del océano hasta difuminarlos en la oscuridad sobre Australia y la Micronesia; toda Oceanía y el Sudeste asiático era un titilar de millones de granos de arroz que perfilaban el continente, sus arterias y los archipiélagos. En el Ártico flameaba la Aurora. Los Dioses tienen aquí su paraíso, pensó. Sintió un escalofrío y se apartó del ventanal de la cúpula donde había apoyado la mejilla en trance.
—¿Estás ahí?
—Sí, Houston. Perdonen.
—¿Qué se siente siendo el único tripulante de la estación?
—Más aliviado cuando tenga que ir al baño.
Las risas y los silbidos estallaron.
—Al menos te has librado de Emer.
—¡Por fin! Las noches fueron una pesadilla. Soñaba que el módulo de descanso se despresurizaba por algún fallo estructural para acabar despertándome sus ronquidos.
—Serás quejica, Emer lleva veintitrés años casada… —Las carcajadas en el centro de control apagaron su voz.
—Bueno, amigos, si no tienen nada pendiente para mí voy a descansar que mañana llega el módulo de carga.
—En doce horas iniciamos el protocolo de atraque de la nave Progress. Buen descanso Antonio. Corto.
Sonreía y se despidió de ellos. ¿Su familia? Suspirando palpó el bolsillo, registró sin éxito su interior. Buscó entre el cableado y las tuberías del sistema de soporte vital, los monitores. Nada. Fue hacia la esclusa y miró hacia el otro compartimento. Allí estaba flotando una fina línea de papel fotográfico combado. Sofía y Melki nunca perdonarían que les abandonara en el espacio. Risueño continuó hasta llegar al laboratorio japonés.
—¿Cómo se encuentran hoy, muchachos? —Ellos no le iban a prestar atención. Suficiente tenían con la ausencia de gravedad. El Hamster macho flotaba girando tras varios granos de maíz en su jaula, mientras la hembra aferrada a su noria bebía del conducto de agua. —Chicos son unos privilegiados, van a pasar a la historia de la humanidad si consiguen tener descendencia. No malgasten su tiempo. Les guiñó el ojo y se fue a descansar. Por fin dormiría de un tirón tras un mes con pesadillas.
Sofía le susurraba al oído mientras su cuerpo flotaba inerte en el agua tibia de la alberca. El sol jugaba al escondite tras las nubes intermitentes. El teléfono de su hijo comenzó a sonar con un zumbido extraño, incrementando su intensidad mientras Melki lo ignoraba.
—Melki... por favor... atiende la llamada... ¡Melki!. —Oyó su propio grito al mismo tiempo que percibió el zumbido y las luces de emergencia del módulo. Dios mío, no puede ser verdad, pensó.
Se puso el traje Sokol, se desplazó al módulo Zvezdá comprobando los indicadores críticos. Resopló al comprobar que sólo fallaban los dos enlaces de radio, la estructura permanecía intacta. Ya más relajado se encaminó al módulo de comunicaciones. Al pasar cerca de una escotilla panorámica, la escena le puso los pelos de punta. A oscuras la mitad de Europa estaba arrasada por gigantescos incendios y el continente Americano amanecía salpicado de cráteres y humo. La Estratosfera brillaba iridiscente bajo una densa lluvia de bólidos. Ningún sistema de comunicaciones satelital podría sobrevivir aquello, ni tampoco la Estación, pensó.
Antonio sintió como si un par de cangrejos se estuvieran peleando en su vientre. Maldijo su suerte y comenzó a golpearse su casco negando con impotencia hasta que una sacudida y trozos volando de paneles fotovoltaicos anticiparon el estruendo y la despresurización. Miró por la escotilla que daba a los paneles. Las estrellas desaparecían y solo quedaba oscuridad, una oscuridad artificial.
La cápsula de escape, se dijo impulsivamente. Transitaba esperanzado el segmento ruso pero la estación colapsó, todos los sistemas fueron fallando, y lo envolvió la oscuridad . Solo el haz que iluminaban las luces de su casco le mostraba el caos de cables, paneles y tuberías en el que se había convertido la estación. Comenzaba a sentir frío. No podía avanzar, se agitaba como una mosca en una tela de araña. Hiperventilando, su corazón saltaba en sus oídos. Pero se paralizó, sus ojos quisieron gritar como su boca.
El murmullo del oleaje, la brisa marina, el cálido sol. Antonio comenzó a mover su dolorido cuerpo sintiendo la arena en sus manos. Menuda pesadilla, se dijo desorientado. Se incorporó, pestañeando por la luminosidad y se restregó las manos en su camiseta, pero se detuvo. Vestía su traje espacial. Miró alrededor, parecía una playa caribeña, pero nada aparentaba ser real. A veinte metros había una mujer quitándose un traje espacial chino. Sorprendido, gritó y corrió torpemente a su encuentro. Ella no se inmutó. Algo le paró en seco derribándole, entonces la mujer se acercó arrojando una piedra que hizo que se iluminase la malla invisible que los separaba.
—Espero que tengas algunas respuestas, susurró ella —Esbozó una angustiada sonrisa y miró perpleja hacia las hamacas, los columpios y la piscina del bungaló.
PRESUNTO INOCENTE
Al ser menor de edad no pude verle, le encontraron caído en su cuarto, en su puño un bote vacío de barbitúricos. Al viejo matasanos no...
.jpg)
-
Al ser menor de edad no pude verle, le encontraron caído en su cuarto, en su puño un bote vacío de barbitúricos. Al viejo matasanos no...
-
Quizás deberían castigarme por hacer lo que debo, pero me lo ponen tan difícil. Si no fuera por sus súplicas, sus sollozos. Aunque empiezan ...
-
Las tinieblas acechaban en el corredor el paso de algún habitante de la mansión portando una vela. La abuela, ya impedida, viv...