Tragó
la pastilla, esperó paciente, nada, ninguno de sus conocimientos
como psiquiatra le ayudaban. Intentaba recordar pero... blancura
infinita, escalofríos y un temblor... solo brotaban sus últimas
palabras, como un mantra... te quiero, te quiero, te quiero… pero
ni su taciturno rostro, ni su melena rebelde, ni sus atrevidos
pechos, ni su insultante cadera. Como restos de un naufragio sólo
perduraba aquel cálido susurro escondido entre las sábanas de aquel
prostíbulo de carretera.