No hay dudas de lo que vio, había entrado una anciana andrajosa y había salido un niño menudo y trajeado. Ahora junto al buzón buscaba la manera de abrir su puerta forzando la cerradura con disimulo. Tiene que ser el acceso a uno de esos portales mágicos. Un clic metálico. Sonrió, a hurtadillas pasó al interior y entornó la puerta. Apagados maullidos. Un gato desconcertado escapó por la puerta entreabierta del buzón.
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