viernes, 24 de septiembre de 2021

Volver a empezar

 


Lo apodaban Melquiades, de su verdadero nombre nada averiguamos, y de su origen nuestros padres contaron que le debían la vida por liberarlos del orfanato tras aquel funesto día. En algunas ocasiones, cuando el techo de nubes estaba más turbio y llovía ceniza, nos reuníamos alrededor del fuego para escucharle, nos hablaba del último día antes de la gran oscuridad.

Él acababa de subir al pico más alto de la sierra, el valle era verde, los pueblos coloridos y las transitadas carreteras que comunicaban con la capital parecían juguetes a sus pies. Era un bello mundo multicolor nos repetía. Permanecíamos callados, asombrados. Pero algo cayó desde los cielos y un destello blanco lanzó sombras alargadas. Cuando se giró una enorme hongo de fuego crecía donde estaba la ciudad. Aquel no fue el único.

Hace una década aún salía con los exploradores, buscando algo que no lograba encontrar. La profecía, nos decía, está incumplida y cabizbajo permanecía en silencio. Pero a veces, con la mirada vidriosa, nos repetía la leyenda que le contase su madre sobre los lotófagos. Nuestros ojos reflejaban su inquietud.

Pero los cazadores susurraron sobre una aparición, y a pesar de sus años logró llegar a la laguna señalada. Flotando mecida por el viento brillaba como ascuas una flor hasta que desapareció entre sus manos. Él se quedó allí flotando, la flor entre sus dientes, mientras se alejaba de la orilla.

Desde entonces las partidas de cazadores pasamos por la laguna y volvemos a relatar sus historias.

 

   

Volver a Empezar de José Luis Garci.

 

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