Resiliencia
—¡Pero qué metas ni qué ocho cuartos! ¿Has visto el pozo del que venimos? —Cortaba él.
Recuerdo que hablamos durante horas rebuscando entre la basura hasta que encontró aquella lata de sardinas y la escondió debajo del abrigo, mientras, boquiabierto yo sostenía una arrugada quiniela. Luego se despidió con murmullos apresurados. ¿Se creería que estoy ciego?
A partir de entonces, cada vez que lo veo desde mi berlina acaricio la copia gastada de aquella quiniela.
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