lunes, 8 de noviembre de 2021

El catarro

 


María inspiraba satisfecha el aire otoñal camino del trabajo. Ese día había decidido saltarse la prohibición de no llevar mascarilla y sonreía de placer. Eso sí, después de aspirar despistada junto a unos contenedores desbordados repletos de moscas, que la hicieron estornudar repetidamente, tomó precauciones evitando subirse al autobús y acercarse a la basura, no fuera a incubar algún virus extraño.

Pero el frío, las aglomeraciones humanas y la insalubridad urbana no perdonan. A la semana comenzó la congestión nasal y la febrícula, pero no se alarmó, supuso que sería catarro. Sin embargo esa noche se despertó con las sábanas pegadas por el sudor, un fuerte dolor en la frente y la nariz taponada por un flujo traslúcido. ¡La gripe me ha cazado!, se dijo. Así que llamó al trabajo para comunicarlo y pidió cita en el ambulatorio.

La sala de espera estaba atestada, como imaginaba, se puso los auriculares para escuchar chill out y conseguió relajarse. Pero las cosquillas en la nariz y el uso de los pañuelos la traían de regreso a la realidad. Sus mocos tenían ese tono verdoso amarillo algo sanguinolento. Suspiró asqueada arrugando el pañuelo. Pero los picores continuaban y el último pañuelo quedó más rojo que verde. Inquieta fue al baño buscando papel higiénico, pero no quedaba nada. Angustiada por el picor se sonó la nariz en el lavabo.

Un chillido en el baño alarmó a todos. Encontraron a María inconsciente en el suelo y el lavabo salpicado de unas mucosidades llenas de larvas.

 

 

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