Estudiando la caja fuerte
—Solo dijo... atención.
—¿Nada más?
—Bueno, fue un susurro.
—En su estado no esperarías que gritase.
—Ya…
—Sería todo un derroche de energía. ¿Qué tenía en los bolsillos?
—Una cartera de piel.
—Dámela.
—Ehhh… no tenía dinero, solo su documentación… la dejé allí.
—…
—¿Qué pasa jefe?
—¿Pero no sabes dónde estamos ahora mismo, imbécil?
—¿…En su piso?
Destellos rojos y azules tintaron las ventanas.
Hoy día, algunos cachondos me etiquetarían como una directora de recursos humanos muy eficiente, y tienen razón, dijo mientras afilaba la guadaña. Aunque también tengo mi lado bondadoso, cada vez me ocupo menos de las parturientas y sus bebes. Tendrías que haberme visto hace unos siglos, dijo sonriendo, era tan fácil, hacía horas extras y no daba abasto. Pero últimamente me lo estáis complicando mucho… No os entiendo. ¿Por qué os resistís tanto?
Cada amanecer, Rosa sale desnuda a la terraza, sonrojada se aplica la crema deprisa y espera que el sol bañe sus curvas rebeldes, fiel a mis consejos. La mayoría de los vecinos madruga a escondidas por no perderse los meneos de la atractiva cuarentona. Mi único interés está en ellos, hipnotizados por su danza, pues ella se encarga de seguir al pie de la letra mis palabras como obediente títere, hasta que es interrumpida por las groserías de sus agraviadas esposas.
Siempre se sentaba al fondo, saboreando el sólo del contrabajo o del saxo, oculto en parte por las volutas de humo. Muy a su pesar, al finalizar el trío de turno, le rogaban que improvisara algo al piano. No defraudaba, interpretaba temas propios, y se despedía con su canción más importante, la triste melodía que había tocado cuando se enamoró de aquellos ojos negros hace un lustro. Todos vibraban expectantes, temían que ella apareciese por la puerta y él no volviera a ser el mismo.
¿Que cuál es mi autoridad? ¡Yo lo he encontrado, por Horus!. ¿Es que no lo entendéis? Es mi cometa y nadie va a arrebatármelo. El corro de astrólogos retrocedió intimidado por mis gritos, pero el más anciano alzó la voz: Demuéstralo.
¿Eso es lo que queréis? ¿Pruebas? Levanté el brazo y señalé con el índice. Todos miraron a las estrellas. Después chasqueé los dedos y desapareció el cometa, en silencio. Entre las tinieblas, solo brillaba mi sonrisa.
Opcional:
Que aparezca en la historia algo relacionado con el invento del brick de leche o el año de su invención:
Pier, agazapado en tierra de nadie, había perdido la cuenta del tiempo; se miraba las manos, sujetando el hatillo de su huida, maravillado porque parecían lechosas, transparentes sobre el uniforme, pero cuando le temblaban, aterrado, comenzaba a saltar de un cráter a otro, entre alambradas y campos minados, para regresar a su casa. Estaba cerca, intuyó, lo sentía por ese frío que le laceraba y tiró de él hasta llegar ante la tumba de su madre. Pero, qué extraño. Habían añadido otras fechas en la losa. 1898 – 1915. Sin embargo, sonreía cuando cayó una estrella fugaz, su nombre estaba allí.
Todos los canales mostraban una carta de ajuste, los celulares sin señal, solo música en la radio. Acababa de jubilarse, y nunca creyó que vería declarado un estado de sitio. Hoy, no se había atrevido a salir a la terraza después de las detonaciones, intuía que habían montado un control cerca y algo desagradable debía haber ocurrido allí. Quizás los disturbios se habían salido un poco de madre, pero… Así deberíamos estar todos, cabreados, por no poder ver la final del mundial de fútbol.
Carta: Universal Fantasy Tarot
Opcional:
Que aparezca en la historia algo relacionado con esta flor de cactus: Inner Cleasing Cactus.
Esta esencia ayuda en la limpieza interna, pues purifica y estimula todos los procesos internos. Efecto energético del sistema digestivo. Indicada para eliminar toxinas.
También es un protector energético, muy indicado para adolescentes y para aquellas personas que están en continua lucha con sentimientos muy agitados. Protege con un aura la cabeza, en caso de personas que den muchas vueltas a las mismas cosas (pensamientos repetitivos). Ayuda también a eliminar esas conductas tóxicas; igual de propicia para eliminar los efectos nocivos de las adicciones.
Se arrodilló ante el pedestal y encendió una vela.
—¿Por qué rezas?
—No estoy rezando, —respondió posando su espada a los pies de la estatua— ruego por la victoria.
Los murmullos ahogaron el silencio y cada uno encendió su vela, éramos guardianes de la vida y la muerte.
Semanas después describí aquella escena a su madre ante el fuego del hogar. Sonreía con los ojos vidriosos sopesando en su mano la punta de obsidiana que lo mató. Acabé enmudeciendo y escondí la mirada, pero ella apretó mi mano y susurró: Siempre, lo mejor de la vida es la vida misma.
Resiliencia
—¡Pero qué metas ni qué ocho cuartos! ¿Has visto el pozo del que venimos? —Cortaba él.
Recuerdo que hablamos durante horas rebuscando entre la basura hasta que encontró aquella lata de sardinas y la escondió debajo del abrigo, mientras, boquiabierto yo sostenía una arrugada quiniela. Luego se despidió con murmullos apresurados. ¿Se creería que estoy ciego?
A partir de entonces, cada vez que lo veo desde mi berlina acaricio la copia gastada de aquella quiniela.
Opcional:
Que aparezca en la historia algo relacionado con el cheque bancario.
¿Cómo podría escapar de esta jaula? Pensaba la hormiga mientras entraba y salía de la misma, por 1742 vez, correteando por los barrotes sin dejar de mirarlos. La cigarra sonreía ante la cerrazón de su amiga.
—Puedes volar como hice yo, dijo socarrona.
—¿Acaso ves plumas en mi diminuto cuerpo? —respondió indignada.
—¿Me hicieron falta a mí para escapar de mi prisión?
—Ya, pero tú escapaste sólo con lo puesto. Yo no puedo abandonar el fruto del trabajo de toda mi vida.
—Difícilmente escaparás de tu jaula sin liberarte antes de tus cadenas. ¿Acaso necesitas todo eso para ser libre?
Punto, punto, punto. No son muchos, tres, seguidos de tres rayas y otros tres puntos. ¿Quién los dibujaría en la arena? Parece reciente. La brisa despeinaba las olas, rompían espumosas, alegres. ¿Sería Hades… Poseidón? Sonrío. ¡Bah, mitos, cuentos de viejas para niños! Pero no hay huellas, salvo el rastro del agua en la orilla. Titubeo y noto ese picor en la nuca, el murmullo a mi espalda, una melodía tan embriagadora que eriza mi bello hasta doler el corazón.
Carta: The Good Tarot
Opcional:
Que aparezca en la historia algo relacionado con esta flor de Australia: Flannel Flower.
Esta esencia está indicada para
aquellas personas que sienten disgusto de ser tocadas. Tienen falta de
sensibilidad y ternura. Aporta gentileza y sensibilidad en la caricia,
experimentar gozo del tacto, de acariciar, alegría en una actividad
física. Aumenta la confianza emocional y potencia la sensualidad.
Las plumas de Gabriel, distrayéndola, flotaban alrededor suya. Aún mantenía viva su imagen alada, ¡qué preciosidad! Pero ya no estaba segura de nada. ¿Qué me dijo? Intentó recordar cada detalle de la pelea. Ella solo quería arrojarse al vacío y alzar el vuelo, nada más. ¿Por qué Gabriel no quiere que vuele? Una a una fue atrapando las plumas y con la saliva las pegó a sus brazos. Además, quiere llenar mi mochila de Selenita… ¿Sin pétalos? ¡Menuda estupidez! Pero dudó de nuevo. Suspiró y entró pensativa por la ventana desde el alfeizar. Aprenderé a volar otro día, sin Gabriel.
“La verdad y la mentira están en el mismo lugar, nuestro interior, pero cada uno elige a cuál de ellas abrazará cuando se va a la cama.” Fue la última de sus confesiones, aquel viejo harapiento, ciego hacía una década, pedía limosna a cambio de su insolencia. Sería mala suerte o mala puntería, no lo sé, las mentiras siempre son más bellas que la verdad, pero aquel día arrojamos muchas piedras y solo la última le dio en la cabeza.
Crea un microrrelato o poesía (máx. 100 palabras) inspirándote en la carta.
En tu creación debe aparecer la runa: Algiz.
Carta: Dixit. Runa: Runas de madera.
Opcional: Que aparezca en la historia algo relacionado con el molino de viento.
Y esta es mi aportación al reto de 100 palabras sin contar el título:
La Premonición.
Cada noche regresaba la pesadilla. Entre la calima cabalgo una yegua blanca, escapando sin saber de qué, sin querer mirar atrás hasta llegar al puente irisado, el último acceso a las tierras glaucas y frondosas. Pero cuando ya me creo a salvo todo se desvanece girando como las aspas de un molino y caigo al abismo.
Un espasmo me despierta en mi vivac, humean las cenizas aún calientes sobre la runa algiz dibujada en la tierra. Mientras saboreo el polvo de mis labios me empapa el miedo, una yegua blanca mordisquea mi manta y un arcoíris refulge en el horizonte.
—¡Corten! Demonios, llevamos ya... ¿Pero qué hace Ben-Hur en calcetines?
—Tiene gota y como le duele el pie... ¿Repetimos la escena?
—¿Y el legionario ese?
—Le juro que esa gorra no es del atrezo…
—Maldita sea, ¿es que queréis arruinar mi película? —gritó el director arrojando el guión al suelo.
Al lado un joven extra metía nervioso sus manos bajo la túnica escondiendo su reloj en los calzoncillos mientras se decía: Por Júpiter que no me vean.
Nunca soñé poder despertarme sin el sonido de la brisa entre los cocoteros, o sin las risas de las cacatúas o sin el pleitear de los macacos. La causa fue el rugido del Krakatoa. Junto a mi esposa e hija vimos atónitos como escupía rocas sobre la isla, pero nos abrazamos sonriendo cuando ríos de un rojo brillante descendieron por sus laderas. Ahora, todos en filas, cantamos joviales de camino al templo, se cumplió la profecía, ya todos los días serían felices.
